Walden o la vida en los bosques fue publicado en 1854, como resultado de los dos años, dos meses y dos días que el filósofo Henry David Thoreau vivió aislado en una cabaña construida con sus propias manos -a orillas del lago Walden- en medio del bosque. Su objetivo al emprender este viaje era realmente sencillo:
«Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente; enfrentar solo los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida...para no darme cuenta, en el momento de morir, de que no había vivido.»
A lo largo del libro, el filósofo presenta su diario, con pensamientos del día a día durante su tiempo en aislamiento. Estas reflexiones van desde una lista detallada de todos los materiales que empleó para crear su cabaña –de la cual se siente muy orgulloso– a instrucciones sobre diseñar hogares, cuántas sillas debería tener una casa, las mejores condiciones bajo las cuales se podría dar una conversación entre dos personas o un capítulo completo con la importancia de la lectura como una tradición milenaria. De esta forma, el autor divide su diario en diferentes capítulos con títulos como “Economía II”, “Lectura”, “Filantropía”, o uno de mis favoritos, “Para qué vivía”, relacionados con los principios que rigieron su tiempo en el bosque.
Para darnos una buena idea general del contenido, en el libro hay un capítulo completo dedicado a la primavera, donde Thoreau resalta los pequeños detalles que marcan el inicio de la estación tras un conflictivo invierno; mismos detalles que llenan de alegría y nos ayudan a ser elásticos de nuevo. Él lo ve como una especie de renacimiento que podemos tener todos los días, resaltando qué tanto alimentarse y cómo acercarse a la naturaleza, son fuentes de fortaleza. Además de ser pruebas eternas de la existencia de seres vivos que trascienden la expectativa de vida de una persona y por lo tanto, nos ayuda a entendernos como parte de algo más grande que nosotros mismos y a “minimizar” nuestros problemas diarios.
Thoreau ve el universo desde un punto de vista esencialista, con esto no solo hablamos de los bienes materiales en sí, sino también de la lectura, la introspección o hasta las relaciones personales. Por lo tanto, se alejó de la sociedad para entender mejor los aspectos fundamentales que conforman la vida; con todas sus directrices incluidas. En palabras del autor:
«Cinco platos en lugar de cien. Y reducid las demás cosas en esa misma proporción. ¿Por qué debemos vivir con tanta prisa y desperdiciando nuestras vidas?»
Cada vez que el filósofo menciona lo insensato que es acumular bienes, lo que quiere decir es que su precio es demasiado alto:

Siguiendo este indicio, Thoureau se pregunta: ¿qué sentido tiene enfermarse trabajando para guardar algo para un día de enfermedad?, ¿por qué emplear lo mejor que tenemos en la vida, la juventud, en ganar dinero para gozar de una supuesta libertad en la vejez? Todas estas ambiciones son opresivas y abrumadoras, porque al aferrarnos a ellas se nos escapa la vida entre los dedos:
«La mayoría de los hombres […] están, por ignorancia y error, entregados de tal manera a preocupaciones artificiales e inútiles menesteres groseros, que no les es dable extraer los más delicados frutos de la vida. El trabajo excesivo restó agilidad a sus manos y les puso los dedos demasiado temblorosos para esa otra tarea.»
La armonía que Thoreau sentía con la naturaleza, acompañada de su facilidad para expresarse, es admirable. Así que, entre reflexiones sobre la evolución de los patos o anotaciones sobre el engrosamiento del hielo durante el invierno y páginas y páginas de lo hermoso que es el lago, Thoureau expone ideas muy interesantes que solamente pudieron ser resultado de su propia filosofía aplicada en un retiro de dos años:
«¡Como si se pudiera matar el tiempo sin dañar a la eternidad!»
«Lo que el hombre necesita, más que medios de acción, son fines, esencia: ser algo.»
«Heme aquí ante la vida, un experimento aún no realizado por mí. De nada me sirve que otros lo hayan hecho.»
«Mi ánimo se eleva en proporción exacta con la monotonía exterior.»
«¿Por qué hemos de tener tanta prisa en triunfar, y en triunfar en empresas tan desesperadas? Si un hombre no guarda el paso con sus compañeros quizás se deba a que oye un tambor diferente. Dejémosle marchar al compás de la música que llega a sus oídos, aunque sea lenta y lejana.»
«Lo que un hombre piensa de sí mismo es lo que determina, o mejor dicho, lo que marca su destino.»
«No obstante, deberíamos mirar con más frecuencia por sobre la borda de nuestro navío, como pasajeros curiosos, y no hacer el viaje al modo de estólidos marineros, recogiendo estopa.»
Otro aspecto muy importante en el libro es que Thoreau nunca deseó fue que todos aceptasen su modo de vida, sino que cada quien le fuese fiel a su propia búsqueda:
«No desearía en modo alguno que alguien adoptara mi modo de vivir, pues, a parte de la probabilidad de que cuando él estuviera en condiciones de ponerlo en práctica, yo hubiera encontrado otro distinto, prefiero que exista en el mundo tantas personas diferentes como sea posible, y que cada una se dedique con empeño a encontrar y seguir su propio camino, y no el de su padre, su madre, o cualquier vecino.»
Por lo tanto, el objetivo del autor al adentrarse a vivir en el bosque no era el de convertirse en un ermitaño por un tiempo –incluso hacía viajes repetidos al mercado de la ciudad o invitaba amigos a su cabaña–, sino tomar la suficiente distancia con la sociedad para poder entenderse mejor y entender mejor la sociedad misma en el proceso. Walden es un libro de reflexión, que nos ayuda a obtener una mirada externa de los estereotipos y constructos, que empuja a pensar fuera de lo convencional e imaginarnos en esa cabaña en medio de la nada, para formar nuestras propias ideas de la sociedad.
Thoreau exige al lector tomar la vida como es; a meterse en sus propios asuntos y alejarse de la idea que otros pudiesen tener de lo que son sus asuntos, a parar de buscar la perfección y abandonar la acumulación excesiva de bienes, para entonces poder cultivarnos. Nos exige entender la diferencia entre lo temporal y lo eterno para enfocar nuestros recursos de mejor manera, siendo el tiempo la madre de todos, pero un factor independiente al mismo tiempo:
«El tiempo da forma a toda obra imperfecta, pero es ajeno al trabajo perfecto.»
En palabras del filósofo, este libro está escrito «para esa mayoría de hombres que está descontenta con su vida y con los tiempos que le ha tocado, pero que podría mejorarlos […] y también para aquellos en apariencia ricos, pero que en realidad han acumulado basura y cosas inútiles y no saben muy bien que hacer con todo ello»; así que si te has sentido identificado y quieres comprar el libro, puedes adquirirlo aquí:
Por último, una de las hermosas conclusiones que el autor obtiene de su experimento, resumiendo gran parte de lo aprendido en una corta frase:
«Mi experimento me enseñó, al menos, que si uno avanza resueltamente en la dirección de sus sueños, proponiéndose a vivir la vida que ha soñado, alcanzará un éxito insospechado en las horas triviales. Dejará atrás algunas cosas, cruzará una frontera invisible.»